BIBLIOTECAVIRTUALMIRANDA
UN ESPACIO VIRTUAL SOPORTE DE LA BIBLIOTECA FAMILIARES Y AMIGOS DE JOSE MIRANDA BORELLI LA MISMA ES UN PROYECTO DESTINADO A DIGITALIZAR LOS LIBROS CON QUE CUENTA EL MENCIONADO EMPRENDIMIENTO E INDUCIR A LA LECTURA DEL LIBRO EN PAPEL. RAZON POR LA CUAL EL MATERIAL DIGITALIZADO SE VISUALIZARA PARCIALMENTE./ JOSE MIRANDA BORELLI licenciado en Historia ,Arqueologo,antropologo escritor de multiples libros.
miércoles, 16 de agosto de 2017
martes, 8 de mayo de 2012
Libros Suplementos etc Miranda Borelli Jose I
Arqueología del Chaco, ArgentinaJosé I. Miranda Borelli, Marcos Altamirano, Graciela Mazzuchelli Notas sobre cerámica mocovíMIRANDA BORELLI, José I.; Notas sobre la cerámica mocoví - Asunción, 1969 - p203/p226 - (ATENEO PARAGUAYO / Revista; Sep. del Suplemento Antropológico) |
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Nº Orden | Autor | Título Libro |
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#1 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Etnohistoria del Chaco |
#2 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Indios del Chaco - 1 (3). |
#3 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Etnografía chaqueña - 2(1). |
#4 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Comunicación sobre basurero Km. 75 : (Primer análisis) - Congreso de Arqueología Argentina : Actas y trabajos |
#5 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Comunicación sobre hallazgos arqueológicos del sudoeste del Chaco - Congreso de Arqueología Argentina : Actas y trabajos |
#6 | MIRANDA BORELLI, José Isidoro | Epifanías Brito: mito y mesianismo - Encuentro de Geohistoria Regional |
lunes, 7 de mayo de 2012
LA MUESTRA Fernando Calzzonni Ultima Nota Miranda Borelli Jose I
ViDeo LA MUESTRA de Fernando Calzzonni*** extraccion Reportaje Jorge Sanchez Aguilar Poeta y Ultima Nota a Miranda Borelli Jose Isidoro
jueves, 17 de noviembre de 2011
LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO. (PARTE I)
LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO. (PARTE I)
Hacha de piedra neolítica procedente Las Breñas (Chaco) |
Aunque no se cuenta todavía con datos muy precisos por la insuficiencia de la investigación arqueológica, la mayoría de los autores sostiene que el poblamiento de América del Sur se habría producido hace unos 12.000 años por grupos migratorios provenientes del centro y norte de América. Dichos grupos serían la expansión meridional de la corriente migratoria que ingresó al continente por el Estrecho de Bering proveniente del Asia hace unos 30.000 años.. En ese momento de la prehistoria del continente americano habrían ingresado al actual territorio argentino grupos de cazadores y recolectores que alcanzaron el extremo sur patagónico y la Tierra del Fuego. Posteriormente ingresaron otros pueblos con una cultura del Paleolítico Superior de grandes cazadores y guerreros de recia contextura física que ocuparon toda la región patagónica y pampeana, por lo cual se les dió el nombre genérico de Pámpidos o Patagónidos. Su actividad principal era la caza de los grandes animales de la llanura, como el guanaco, el puma, el venado y el zorro, y no se descarta su convivencia con animales prehistóricos ya extintos como el gliptodonte y el megaterio, entre otros.
Hacha neolítica de Cte. Frias (Chaco) prueba de influencias andinas |
Posteriormente y con una antigüedad aproximada de 5.000 años ingresaron a la región chaqueña pueblos procedentes de la región pampeana (los pámpidos) probablemente en busca de nuevos territorios de caza o empujados por por un brusco aumento demográfico en sus zonas de origen. De esta corriente migratoria proceden los pueblos pertenecientes a la gran familia étnica y lingüística denominada Guaycurú, que comprende a los Tobas (Quom), Mocovíes, Abipones, Pilagáes, Mbayáes, Payguás y otros. Muchos elementos culturales típicos de la región pampeana, como el paravientos portátil, el manto de pieles y las bolas arrojadizas, presentes en estos pueblos en época histórica, nos demuestran ese origen.
Con respecto a la región andina y subandina, una cultura de cazadores y recolectores se asentó en las distintas áreas hace unos 8.000 años, y que ya sea en forma lenta y paulatina o por influencia de nuevas migraciones procedentes del Norte, estos pueblos evolucionaron hacia la agricultura intensiva, desarrollando las altas culturas andinas del Noroeste de nuestro territorio. Estas culturas irradiaron después su influencia hacia la región chaqueña, y el hallazgo de numerosos artefactos de piedra de factura neolítica en el interior del Chaco estarían demostrando esta influencia cultural.
Los grupos étnicos.
Distribución de los pueblos aborígenes del Gran Chaco en el S. XVI según L.Kersten |
La región chaqueña también fue escenario de otras migraciones desde épocas muy remotas, procedentes tanto de la región andina como de la región amazónica. Esto determinó que al llegar los españoles en el Siglo XVI encontraran en el Gran Chaco Gualamba un mozaico de pueblos de diversos rasgos culturales y portadores de carcterísticas físicas tambien diversas. Los antropólogos han tratado de sistematizar este panorama y llegaron a señalar la presencia de nueve subgrupos raciales, de los cuales merecen citarse:
a) Pámpido: subgrupo proveniente del sur y predominante en toda la región.
b) Sonórido o huárpido: de los cuales los Matacos o Wichis, serían su expresión características en el Chaco argentino.
c) Amazónido: subgrupo proveniente del Norte y del litoral. Característicos de esta corriente migratoria son los Chiriguanos y Chanés del Chaco occidental.
d) Ándidos: subgrupo proveniente del Oeste, que ocupó la zona chaco-santiagueña, hábitat de los Lule-vilelas.
Las conclusiones de la antropología física coinciden en que los pueblos pertenecientes al grupo pámpido o patagónido, al cual pertenece la familia étnica guaycurú, y la familia mataco-mataguaya (dentro del cual están incluidos los Wichis) integran la categoría de "chaquenses típicos". En cambio los chiriguanos y chanés del grupo amazónido, y los lule-vilela del grupo ándido que también llegaron a ocupar y en parte ocupan la región chaqueña occidental presentan características raciales que los distinguen de los chaquenses, y también difieren en muchos de sus rasgos culturales.
Cerámica arqueológica con ornamentación incisa geométrica procedente de Barranqueras (Chaco) |
Migraciones e influencias culturales.
El motivo inicial de las grandes migraciones de los pueblos pámpidos desde el sur hacia la región chaqueña fue la búsqueda de zonas de caza. El crecimiento demográfico y la adaptación al medio geográfico, determinó la diversificación de los distintos grupos tribales en un proceso que demandó muchos siglos. Por otra parte, pueblos de cultura neolítica procedentes de la región amazónica, como los Chané-guaná-arawac, se desplazaron desde el Norte hasta ocupar una extensa región desde Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) hasta las costas del Bermejo superior. A su vez, los pueblos de filiación chiriguano-guaraní penetraron desde el Este en la región chaqueña noroccidental y sometieron a los Chané que pasaron a ser sus vasallos. Esto trajo como consecuencia que un gran conjunto de pueblos de cultura paleolítica que se encontraban en esa parte de la región chaqueña, como los Mataco-Maccá o Mataco-Mataguayos (que incluye a los Wichi), se corrieran hacia el Sureste y se establecieran en el territorio comprendido entre los ríos Pilcomayo y Bermejo.
Vasija funeraria con ornamentación incisa proced. de Corzuela (Chaco) |
Urna funeraria de origen guaranítico procedente de la zona litoral |
A través de los Guaraníes y Arawacs que se ubicaron en la zona limítrofe a la región chaqueña: la cuenca del Paraná y el territorio Chaco-boliviano, los chaquenses asimilaron elementos culturales como el telar, la hamaca, el uso de pinturas culturales, el trabajo de la cestería y elementales prácticas agrícolas.
FUENTES CONSULTADAS:
CANALS FRAU, Salvador. Poblaciones indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1973.
DOBRIZHOFFER, Martín, S. J. Historia de los Abipones. Resistencia, Facultad de Humanidades, U. N.N.E., 1968.
KERSTEN, Ludwig. Las tribus indígenas del Gran Chaco hasta fines del Siglo XVIII. Resistencia, Fac. de Humanidades, 1968.
MARTINEZ SARASOLA, Carlos. Nuestros paisanos los indios. Buenos Aires, Emecé, 1992.
MIRANDA BORELLI, José. Etnohistoria del Chaco. Resistencia, Región, 1978.
PAUCKE, Florian, S. J. Hacia allá y para acá. Una estada entre los indios mocovíes. (1749-1767) Tucumán, 1942/43.
SERRANO, Antonio. Los aborígenes argentinos. Buenos Aires, Nova, 1947.
SUSNIK, Branislava. Dimensiones migratorias y pautas culturales de los pueblos del Gran Chaco y su periferia. Resistencia, Instituto de Historia, Fac. de Humanidades, U.N.N.E., 1972.
PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO. PARTE II
miércoles 22 de junio de 2011
PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO. PARTE II
Variedad de grupos étnicos.
Mapa jesuítico del Gran Chaco con la ubicación de los pueblos originarios en el S. XVIII |
Al momento en que los conquistadores españoles toman contacto con las culturas aborígenes del Chaco en el Siglo XVI se distinguen tres grupos étnicos o familias linguísticas: Guaycurú, Mataco-mataguayo y Lule-vilela. Los dos primeros son denominados “chaquenses típicos” y el tercer grupo ocupaba sólo parcialmente el territorio chaqueño, y era ajeno cultural y racialmente a los primeros. Los lule-vilelas estaban vinculados a las culturas andinas, se ubicaban al sudoeste de la región chaqueña y llegaban hasta los territorios semimontañosos de Tucumán y Salta. Tampoco deben considerarse propiamente “chaquenses” los pueblos de las etnias “chané”, de origen amazónico, y “chiriguano”, de origen guaranítico, que se establecieron poco antes de la llegada de los españoles en la zona noroeste de la región.
A la familia guaycurú pertenecen los Abipones, Tobas (quom), Pilagás, Mocobíes, Mbayás y Payaguás. Estas dos últimas etnias habitaban el Chaco paraguayo y al igual que los Abipones, se extinguieron hace mucho tiempo. A la familia Mataco-maccá o también denominada Mataco-mataguaya pertenecen los Matacos (wichis), Chorotis, Ashluslay, Maccás, Noctenes, Vejoces y Mataguayos.
Los lule-vilelas constituyen un complejo étnico integrado por Tonocotés, Lules y Vilelas, a los que el antropólogo José Imbelloni agrega los Matarás, etnia que en la época de la conquista habitaba en las cercanías del Bermejo medio, junto a Concepción del Bermejo.
Entre luchas y migraciones.
Los pueblos de la familia Guaycurú habitaron desde el comienzo de los tiempos históricos una amplia franja de territorio sobre la margen derecha de los ríos Paraná y Paraguay, desde el Río Pilcomayo hasta la ciudad de Santa Fe. Los conquistadores dieron a estos pueblos el nombre genérico de “Frentones” por la costumbre muy generalizada entre ellos de raparse la parte anterior de la cabeza dando la impresión de una amplia frente. El nombre “guaycurú” fue dado por los guaraníes a los Mbayás, generalizándose posteriormente a toda la familia lingüística.
Los Abipones están muy relacionados con la historia colonial de Santa Fe, Corrientes y Chaco. En 1750 los misioneros jesuitas fundaron con ellos la Reducción de San Fernando del Río Negro y en 1764 la de San Carlos o Rosario del Timbó cerca del Río Paraguay en el actual territorio de Formosa. Estas fundaciones limitaron el formidable carácter guerrero de estos pueblos y dieron un respiro a las ciudades coloniales del Litoral .
El caballo los hace imbatibles.
Entre los Siglos XVI y XVII los pueblos guaycurúes adoptan el caballo como arma de movilidad y de guerra, y saben utilizarlos mucho mejor que los españoles. Esto les permitió a los Abipones abandonar la ribera Norte del Bermejo inferior que era su hábitat originario y desplazarse velozmente hacia el sur, ocupando extensas zonas del Chaco, destruir a otras poblaciones indígenas y atacar a las poblaciones españolas de Corrientes, Santa Fe, Santiago del Estero y Córdoba. Algo similar ocurrió con los Mocobíes, pueblo que estaba situado al oeste de los Abipones ocupando el centro del Chaco. Cuando adoptaron el caballo participaron con otros aborígenes en el ataque y destrucción de algunas poblaciones españolas. A principios del Siglo XVIII, al ser empujados por los españoles se corrieron hacia el Sur, llegando en sus ataques a la ciudad de Santa Fe. Al Sur de esa ciudad algunas tribus Mocobíes fueron reducidas por el misionero Jesuita Florián Paucke en la localidad de San Javier, quien nos dejó una completa descripción de este pueblo acompañada de ilustrativos dibujos.
Los Tobas, por su parte, ocuparon primeramente todo el actual territorio de Formosa llegando hasta el territorio ocupados por los Chiriguanos en Salta. Empujados por los Matacos hacia el Siglo XVIII se corrieron hacia el Chaco Oriental desplazándose al Norte y Sur del mismo. Al convertirse en nómades montados se dedicaron a atacar a las poblaciones españolas y hasta lograron poner en jaque a las poblaciones santafesinas ya entrado el Siglo XIX.
Mujeres Maccá del Chaco Paraguayo |
Los otros pueblos originarios del Chaco, aunque también defendieron su hábitat ante la penetración hispánica y luego ante la ocupación criolla, no alcanzaron el protagonismo bélico de los mencionados más arriba, ya sea porque su “ethos” guerrero era menos acentuado o porque no adoptaron en forma tan predominante el caballo para sus desplazamientos.
Un complejo entramado de pueblos.
Los Pilagás ocuparon la parte central del territorio comprendido entre los Río Pilcomayo y bermejo y allí se mantuvieron por varios siglos. Habitaban principalmente en la región anegadiza del Estero Patiño hasta ocupar los terrenos que después fueron atravesados por el Ferrocarril que une Formosa con Embarcación en Salta. Algunos desprendimientos de este pueblo cruzaron en ciertas épocas el Bermejo y llegaron hasta Juan José Castelli, Pampa del Indio y pampa Chica en el Chaco.
De la familia lingüística Mataco-Maccá, los Mataguayos habitaban en la época hispánica, según el antropólogo Antonio Serrano, las tierras comprendidas al sur del Bermejo Superior hasta los 64º de Longitud Oeste en territorio salteño. Los Matacos propiamente dichos o Wichis, como se los denomina actualmente, ocupaban la margen izquierda del Bermejo Medio, y desde allí ocuparon la margen derecha de este río y se desplazaron al Norte hasta el Río Pilcomayo.
Tatuaje corporal de un cacique Mocobi según Florián Paucke (S.XVIII) |
Del complejo Lule-vilela-tonocoté, nos interesan los Tonocotés y Vilelas que son los que ingresaron en la región chaqueña. Los pueblos de la etnia Matará fueron considerados Tonocotés y habitaron las riberas del Bermejo Medio entre los Siglos XVI y XVII. Con ellos los vecinos de Concepción del Bermejo fundaron varias reducciones por ser hábiles agricultores y en parte los llevaron en su fuga a Corrientes cuando tuvieron que abandonar la ciudad. Su procedencia parece ser claramente amazónica, pues la antropóloga B. Susnik los considera emparentados con los Xarayes del Alto paraguay. En cuanto a los Vilelas se encontraban ocupando el interior del Chaco Occidental al entrar en contacto con los españoles y empujados por éstos se establecieron en el Chaco Oriental, donde algunas tribus acordaron con los franciscanos la fundación de la reducción de San Buenaventura del Monte Alto. Posteriormente participaron en algunos ataques a la naciente Colonia Resistencia hasta que fueron ubicados en terrenos cerca de Antequera y el actual Puerto Vilelas.
De este rico y denso mosaico de pueblos que habitaron el Chaco, se mantienen hoy en nuestra Provincia los Quom, Wichis y Mocobí, que atesoran una tradición milenaria en su cultura y a través de sus organizaciones y entidades culturales buscan difundir y hacer perdurable ese legado ancestral.
FUENTES CONSULTADAS:
CANALS FRAU, Salvador. Poblaciones indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1973.
DOBRIZHOFFER, Martín, S. J. Historia de los Abipones. Resistencia, Facultad de Humanidades, U. N.N.E., 1968.
Tipos abipones según el P. Martín Dobrizhoffer (S. XVIII) |
KERSTEN, Ludwig. Las tribus indígenas del Gran Chaco hasta fines del Siglo XVIII. Resistencia, Fac. de Humanidades, 1968.
MARTINEZ SARASOLA, Carlos. Nuestros paisanos los indios. Buenos Aires, Emecé, 1992.
MIRANDA, Guido. El paisaje chaqueño. Resistencia, Consejo General de Educación de la Provincia del Chaco, 1961.
MIRANDA BORELLI, José. Etnohistoria del Chaco. Resistencia, Región, 1978.
PAUCKE, Florian, S. J. Hacia allá y para acá. Una estada entre los indios mocovíes. (1749-1767) Tucumán, 1942/43.
SERRANO, Antonio. Los aborígenes argentinos. Buenos Aires, Nova, 1947.
SUSNIK, Branislava. Dimensiones migratorias y pautas culturales de los pueblos del Gran Chaco y su periferia. Resistencia, Instituto de Historia, Fac. de Humanidades, U.N.N.E., 1972.
PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO: PARTE III
PUEBLOS ORIGINARIOS DEL CHACO: PARTE III
Rasgos etnográficos.
Publicado por Marcos Altamirano en 21:14
Se describirán los rasgos culturales que portaban los pueblos de la región chaqueña desde sus primeros contactos con los europeos en el Siglo XVI hasta su total sometimiento entre fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Estos rasgos se fueron modificando a lo largo de esos siglos, tanto por la influencia de otros pueblos como por el brutal impacto que significó para estos grupos originarios la pérdida de sus territorios y su ambiente natural a manos de la sociedad occidental. Pero una parte de estos hábitos, creencias y costumbres se mantienen en los grupos actuales, conviviendo con otros rasgos de la sociedad criolla que la necesidad les obligó a incorporar a su cultura.
Familia toba del Gran Chaco a fines del S. XIX |
Economía y subsistencia.
La base de la economía de los pueblos chaquenses estaba dada por la recolección de frutos silvestres, la caza y la pesca. La agricultura se practicaba de manera rudimentaria y en poca escala. Algunos pueblos estaban condicionados por el medio en que habitaban. Por ejemplo: los wichis que vivían en los bosques practicaban la caza en forma predominante, y los que moraban en las riberas de los ríos se dedicaban a la pesca durante todo el año.
Los frutos silvestres preferidos eran la algarroba -de la cual extraían su principal bebida-, el chañar, el molle, la tusca, frutos de tuna, porotos del monte, tasi, diversas raíces y cogollos de palmera. La labor de recolección era practicada por las mujeres, quienes exploraban sistemáticamente los alrededores de la toldería hasta una distancia de una jornada. La algarroba que madura entre noviembre y febrero era su principal alimento, pues este período junto con el de la pesca entre abril a junio, constituían la época de mayor abundancia de alimentos.
Una parte de la algarroba recolectada en la época de fructificación se almacenaba en trojas que construían junto a las viviendas, en previsión de los períodos de escasez. Los Wichis eran muy aficionados a la miel silvestre de la cual conocían 16 clases distintas. Los Mocobíes, por su parte, recogían grandes cantidades de langostas a las que consumían tostadas al fuego o cocinadas en una olla con agua.
El seminomadismo que practicaban estos pueblos se debe en gran parte a la necesidad de trasladarse a los lugares donde en una época del año abundaba determinado fruto recolectable según la época de fructificación. O bien, el agotamiento de un recurso en un lugar los obiligaba a desplazarse a otra zona del territorio que constituía su hábitat.
La caza.
La caza era una actividad común y de gran predicamento entre los pueblos chaquenses. No olvidemos que el nombre Chaco deriva de la voz quichua "chacu" que siginifica "territorio de cacería". La caza se efectuaba en forma individual o colectiva y puede decirse que no tenía una época determinada. En toda familia había siempre un miembro que se dedicaba permanentemente a esta faena.
Las carnes más preciadas eran las del ñandú, el tapir, el venado, la corzuela y el pecarí. Poseían diversos métodos de cacería. Para la del ñandú empleaban un disfraz consistente en un armazón cónico de hojas y ramas que les permitía acercarse a la presa sin ser descubiertos hasta tenerlos a tiro. Además, utilizaban el fuego para encender los pastizales y obligarlos a dirigirse hacia donde los acechaba el cazador. Los Mocobíes eran muy afectos a la caza de los pecaríes, los cuales eran acorralados con la ayuda de los perros y luego ultimados a golpes de macana.
Las armas utilizadas para la caza eran por lo general el arco y la flecha, además la lanza y la macana o maza de madera. Los arcos eran de sección rectangular y las cuerdas eran de tiras de piel trenzadas. Las puntas de flecha eran originariamente de madera endurecidas al fuego o de huesos de animales aguzados, pero posteriormente se usó el hierro por comercio con los blancos. También se usaban trampas consistentes en lazos de cuerda accionados por varas flexibles.
La pesca.
La pesca ocupaba un lugar importante en la economía de aquellos pueblos que habitaban las riberas de los grandes ríos como el Bermejo o el Pilcomayo. Su práctica se efectuaba de diversas maneras. Por medio de un arpón que consistía en una vara larga de varios metros, en cuyo extremo estaba atada una varilla en la que descanzaba flojamente el arpón, hecha del extremo agudo de un cuerno de vacuno. Esta punta se hallaba sujeta a la mano del pescador por medio de una cuerda que corría a lo largo del palo. Una vez arrojado el artefacto, el arpón se clavaba en el pez y se desprendía del palo. El pescador podía entonces recoger la pieza por medio de la cuerda.
En cuanto a la pesca con red, consistía en atar por los extremos dos varillas largas y flexibles de las que pendía la red. El pescador se sumergía en el río y cuando sentía haber atrapado a uno o varios peces la retiraba del agua. La pesca colectiva o en grupo se hacía mediante un cierto número de hombres que ubicados en fila desplegaban una red y avanzaban en sentido contrario a la corriente. Sumergían la red y luego de recorrer un trayecto se cerraban sobre la orilla y acorralaban a gran cantidad de peces que atrapaban y los arrojaban a la costa. En el Pilcomayo y el Bermejo todavía se practican estos métodos de pesca.
La agricultura.
La agricultura era una actividad secundaria entre los chaquenses. Su conocimiento les vino por contacto con otros pueblos que lo practicaban como los Lule-vilelas por el Oeste y los Guaraníes de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay por el Este. Por eso los grupos más sensibles a esas influencias eran los Wichis y los Pilagás del ángulo Noroeste de la región chaqueña.
Las áreas de cultivo eran pequeñas, pues no pasaban de 15 metros de largo por 6 de ancho y estaban ubicadas en lugares recónditos o bien protegidos por cercos de ramas espinosas. Los hombres eran los encargados de la plantación y del cuidado de la huerta, y las mujeres de la cosecha. La siembra se efectuaba por medio de hoyos pracitcados en la tierra con palas de madera. No se utilizaba el riego, la extracción de maleza y la remoción de la tierra.
El producto era consumido por la familia que sembraba compartiéndolo con algunos amigos, y su volumen alcanzaba para suministrar alimento durante algunas pocas semanas al año. Las especies más cultivadas eran el maíz, el zapallo, las calabazas y el tabaco.
La vivienda y el mobiliario.
Según las antiguas crónicas, la vivienda de los pueblos Guaycurúes conistía simplemente en dos esteras desarmables y portables que utilizaban como paravientos. Este tipo de vivienda que no desapareció del todo hasta épocas relativamente recientes, fue reemplazado por otro consistente en armazones de ramas cubiertos con paja, de planta ovoide de 2 a 3 metros de ancho por 15 metros de largo. Los Wichis, por su parte, construían chozas hemisféricas cupulares de planta circular de 2 a 3 metros de diámetro. Mientras que en los Guaycurúes cada unidad podía albergar de 20 a 30 individuos y todas se agrupaban en semicírculo o en línea recta, entre los Wichis cada vivienda albergaba a una sola familia y el conjunto no guardaba orden alguno. Entre el grupo de chozas quedaba siempre un espacio libre donde jugaban los niños, se realizaban los bailes tribales y en ocasiones las borracheras colectivas.
El armazón de las vivienda en ambos pueblos consistía tradicionalmente en ramas encorvadas que se cubrían con paja, dejando un espacio abierto para la entrada. Posteriormente se adoptó, tal vez por vía de préstamo cultural, el caballete como elemento principal, sobre el cual se asentaba el ramaje o la paja.
El moblaje era precario. Bolsas de fibra de caraguatá conteniendo utensilios pendían de horquetas enclavadas en el piso. la cama era un cuero tendido en el suelo; vasijas de barro que contenían agua colgaban del techo o de las ramas que lo sostenían, o bien se amontonaban en un rincón. Las armas se acomodaban entre las pajas de la techumbre. Por influencia de los Chiriguanos, algunas trius del Chaco occidental usaron el taburete de madera liviana para sentarse. Esta precariedad estaba explicada por el hábito seminómade de estas tribus, ya que estos elementos debían ser transportados en los frecuentes traslados de un sitio a otro.
Vestimentas y adornos.
La vestimenta típica usada tanto entre los guaycurúes como entre los wichis desde épocas muy antiguas era el manto de pieles de origen patagónico. Consistía en varios cueros de nutria, venado o zorros cosidos entre sí con el pelo hacia dentro y la parte exterior decorada con figuras geométricas negras y rojas. Por influencias andinas fue usado el manto de lana especialmente por los hombres. Esta prenda se llevaba sujeta por una faja de lana tejida. Las mujeres por su parte usaban un trozo de piel sujeta por un cinturón del mismo material. Posteriormente esta prenda fue confeccionada con tejidos de lana, de fibras de caraguatá o algodón.. Entre los wichis también era común el uso de una camiseta tejida al "crochet"con fibras de caraguatá. Completaban la vestimenta de estos pueblos vinchas de color, aderezos de plumas en la cabeza y en los tobillos, además mocasines de uso frecuente entre los Pilagás, y la ojota de cuero de vaca o tapir de origen andino.
Eran muy aficionados al tatuaje facial y a las pinturas corporales. Entre sus adornos característicos se contaba el tarugo cilíndrico en el lóbulo de la oreja y el barbote en el labio inferior, también llamado "tembetá" (barbilla) por los guaraníes. El tatuaje facial y el uso de collares de conchillas era común a ambos sexos.
Industria cerámica y textil.
La alfarería y el trejido constituían las principales artesanías de los chaquenses, aunque también practicaban y aún practican la cestería y la talla en madera. Todas estas artesanías son practicadas actualmente por todos los grupos de la región y son los elementos culturales que más se han difundido en la sociedad criolla. Una feria anual en la ciudad de Quitilipi reúne a artesanos de toda la región chaqueña.
La alfarería estaba muy difundida entre los Wichis, Pilagás y Mocovíes, aunque también la practicaron los Tobas. Las mujeres generalmente eran las encargadas de esta tarea. Empleaban el procedimiento del rodete en espiral, fabricaban piezas de forma subglobular de amplio cuerpo y cuello estrecho, con dos asas pequeñaspor donde pasaba el hilo que servía de sostén. También fabricaban piezas en forma de escudilla, ollas, cántaros de boca ancha y vasos globulares. Aunque la decoración no era frecuente, cuando la utilizaban consistía en impresiones dactilares o con la aplicación de series de pequeñas bolitas cuando la arcilla estaba aún húmeda.
La técnica más antigua de tejido era la empleada con las fibras del caraguatá o chaguar. Una vez extraída ésta de la hoja mediante golpes con un palo, se retorcía en cordones de distintos grosores según los tejidos a confeccionar. Estos se realizaban al "crochet" fabricándose bolsas, las "yicas", o camisas. El empleo de hilos teñidos con tinturas obtenidas de distintas plantas y de la corteza de algunos árboles, facilitaban la obtención de dibujos decorativos de carácter geométrico. Los Wichis eran y aún son muy hábiles en esta técnica textil. El telar utilizado era de factura muy simple y su procedencia parece ser andina. Con este elemento confeccionaban ponchos y fajas de fina hechura con dibujos de gran tamaño muy variados, utilizando preferentemente la lana.
Organización social y gobierno
La familia era de base monogámica aunque el cacique acostumbraba a tener varias mujeres de distinta edad. La mujer tomaba generalmente la iniciativa en las relaciones amorosas con el hombre, y. pese a que no le estaba vedada la vida sexual antes del matrimonio, una vez casada permanecía por lo general fiel al marido. Entre los Abipones se practicaba el casamiento por compra y entre los Tobas era común que el pretendiente se presentara en la casa de la pretendida mostrando los productos de su caza, para demostrar que podía mantener a una mujer.
La educación del niño estaba destinada a prepararlo para la vida adulta. Con ese fin el varón aprendía el manejo de las armas y la práctica de la caza y de la pesca, acompañando a partir de cierta edad al padre en estas actividades; así se fortalecía para soportar los rigoes del medio y las privaciones. La niña acompañaba a su madre a todas partes y aprendía a realizar las tareas domésticas de la tribu.
La organización social de los chaquenses era de carácter tribal y la jefatura recaía en un cacique hereditario. No obstante su estructura no era muy rígida pues el cacique ostentaba en tiempo de paz un poder muy limitado. Todas sus decisiones debían ser consultadas previamente con un consejo de jefes de familia. Unicamente cuando se decidía una incursión bélica contra otra tribu o cuando había que defenderse de un ataque, el cacique aumentaba su autoridad y hasta podía dar muerte a quien se mostrase temeroso en el combate o no respetase sus órdenes. La sucesión recaía en el hijo mayor o periente cercano del cacique, pero siempre que fueran considerados aptos para ejercer el gobierno. Eran condiciones esenciales para ser cacique conocer los mejores lugares de caza y pesca y demostrar habilidad y arrojo en los combates.
No existía la propiedad privada como la conocemos en la sociedad occidental. La propiedad de la tierra era comunitaria, las tribus se distribuían los respectivos terriorios de caza y se compartían comunitariamente las piezas obtenidas durante esa actividad.
Creencias religiosas.
La religión de todos estos pueblos era de carácter animista, es decir creían que un "'ánima" habitaba en todos los seres y cosas. Los Tobas creían en un ser superior al que llamaban "Ayaic", "Paiyac" o "Payack".a quien recomendaban la protección de las almas. Más que un Ser Supremo, como se concibe a Dios en otras religiones, se trataba de un espíritu protector. Antonio Serrano crée que se lo puede identificar con el "Ahar-agichi" de los Abipones del Siglo XVIII, del cual nos dice Dobrizhoffer que era llamado cariñosamente "abuelito" y estaba representado en el cielo por las Pléyades o constelación de los Siete Cabritos.
La mayoría de los autores sostiene que los Wichis poseían la idea de un ser supremo, aunque esta idea no estaba bien definida. En cambio creían que el mundo celeste estaba habitado por un conjunto de dioses buenos y malos a quienes daban el nombre de "aittah". De este conjunto distinguían a uno más benigno y de mayor jerarquía, a quien llamaban "aittah-talac" o "el viejo". Creían además que el mundo terrenal estaba habitado por los "ahots" que moraban en los cementerios o cerca de donde vivía la gente. Según esta creencia, cada hombre o mujer llevaba encarnado en vida un espíritu o aoot, que después de su muerte moraba bajo tierra y salía por las noches a recorrer los lugares que había frecuentado el difunto, como lo afirma Amadeo Baldrich.
Los intermediarios entre los seres superiores y los hombres eran los shamanes o hechiceros que tenían gran autoridad dentro de la tribu. Ejercían la medicina mediante prácticas mágicas y extraían el maleficio que se había apoderado del cuerpo cuando había una enfermedad, mediante exorcismos. Aunque no adoraban a los astros creían en la acción benéfica de la luna en ciertas actividades, por lo cual realizaban bailes ceremoniales para invocarlos. Creían en la existencia del más allá o de la vida después de la muerte como se dio en todas las culturas aborígenes de América. Por ello sepultaban a sus muertos en posición fetal y acompañado de un ajuar funerario. Los Wichis sepultaban a sus caciques o personas principales de la tribu en plataformas ubicadas en los árboles. Posteriormente retiraban los huesos y los enterraban en una fosa.Todas estas creencias fueron profundamente modificadas por la introducción moderna de cultos protestantes pertenecientes a iglesias evangélicas y luteranas.
Para explicar el origen del mundo, del hombre, de los animales y de todas las cosas se valían de mitos y leyendas que eran relatados por los más ancianos de la tribu, que pasaban así a ser los depositarios de la tradición tribal. Un mito toba relata que con motivo de un gran fuego que arrasaba la tierra, una hechicera escondió por orden de Dios a todos los hombres y mujeres en las profundidades de la tierra. Una vez pasado el fuego ordenó a todos que salieran con los ojos cerrados. Aquellos que no lo hicieron así se convirtieron en los animales que pueblan la tierra. Según un mito de los Wichis sobre el origen de los hombres, de las cuatro parejas que salieron de la cueva del escarabajo salieron las cuatro parcialidades que integran la población wichi.
FUENTES CONSULTADAS.
BALDRICH, Amadeo. El Chaco Central Norte. Buenos Aires, Peuser, 1890
CANALS FRAU, Salvador. Las poblaciones indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1973.
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DOBRIZHOFFER, Martín S. J. Historia de los Abipones. T. II. Resistencia, Fac. de Humanidades, U.N.N.E, 1968.
FONTANA, Luis Jorge. El Gran Chaco. Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977.
IBARRA GRASSO, Dick. Argentina Indígena y prehistoria americana. Buenos Aires, T.E.A., 1967
LOS GRUPOS ABORÍGENES. En la Custodia Provincial de de Misioneros Franciscanos en Salta. Cuadernos Franciscanos. Salta, Convento de San Francisco, 1977.
MARTÍNEZ SARASOLA, Carlos. Nuestros paisanos los indios. Buenos Aires, Emecé, 1992
MIRANDA, Guido. El Paisaje Chaqueño. 2a. edic. Resistencia, Consejo Gral. de Educación de la Provincia del Chaco, 1961
MIRANDA BORELLI, José. Etnohistoria del Chaco. Resistencia, Región, 1976.
Una parte de la algarroba recolectada en la época de fructificación se almacenaba en trojas que construían junto a las viviendas, en previsión de los períodos de escasez. Los Wichis eran muy aficionados a la miel silvestre de la cual conocían 16 clases distintas. Los Mocobíes, por su parte, recogían grandes cantidades de langostas a las que consumían tostadas al fuego o cocinadas en una olla con agua.
El seminomadismo que practicaban estos pueblos se debe en gran parte a la necesidad de trasladarse a los lugares donde en una época del año abundaba determinado fruto recolectable según la época de fructificación. O bien, el agotamiento de un recurso en un lugar los obiligaba a desplazarse a otra zona del territorio que constituía su hábitat.
Mocobíes cazando pecaríes según el P. Florian Paucke (S.XVIII) |
La caza.
La caza era una actividad común y de gran predicamento entre los pueblos chaquenses. No olvidemos que el nombre Chaco deriva de la voz quichua "chacu" que siginifica "territorio de cacería". La caza se efectuaba en forma individual o colectiva y puede decirse que no tenía una época determinada. En toda familia había siempre un miembro que se dedicaba permanentemente a esta faena.
Las carnes más preciadas eran las del ñandú, el tapir, el venado, la corzuela y el pecarí. Poseían diversos métodos de cacería. Para la del ñandú empleaban un disfraz consistente en un armazón cónico de hojas y ramas que les permitía acercarse a la presa sin ser descubiertos hasta tenerlos a tiro. Además, utilizaban el fuego para encender los pastizales y obligarlos a dirigirse hacia donde los acechaba el cazador. Los Mocobíes eran muy afectos a la caza de los pecaríes, los cuales eran acorralados con la ayuda de los perros y luego ultimados a golpes de macana.
Las armas utilizadas para la caza eran por lo general el arco y la flecha, además la lanza y la macana o maza de madera. Los arcos eran de sección rectangular y las cuerdas eran de tiras de piel trenzadas. Las puntas de flecha eran originariamente de madera endurecidas al fuego o de huesos de animales aguzados, pero posteriormente se usó el hierro por comercio con los blancos. También se usaban trampas consistentes en lazos de cuerda accionados por varas flexibles.
Aborígenes pescando en el Pilcomayo |
La pesca.
La pesca ocupaba un lugar importante en la economía de aquellos pueblos que habitaban las riberas de los grandes ríos como el Bermejo o el Pilcomayo. Su práctica se efectuaba de diversas maneras. Por medio de un arpón que consistía en una vara larga de varios metros, en cuyo extremo estaba atada una varilla en la que descanzaba flojamente el arpón, hecha del extremo agudo de un cuerno de vacuno. Esta punta se hallaba sujeta a la mano del pescador por medio de una cuerda que corría a lo largo del palo. Una vez arrojado el artefacto, el arpón se clavaba en el pez y se desprendía del palo. El pescador podía entonces recoger la pieza por medio de la cuerda.
En cuanto a la pesca con red, consistía en atar por los extremos dos varillas largas y flexibles de las que pendía la red. El pescador se sumergía en el río y cuando sentía haber atrapado a uno o varios peces la retiraba del agua. La pesca colectiva o en grupo se hacía mediante un cierto número de hombres que ubicados en fila desplegaban una red y avanzaban en sentido contrario a la corriente. Sumergían la red y luego de recorrer un trayecto se cerraban sobre la orilla y acorralaban a gran cantidad de peces que atrapaban y los arrojaban a la costa. En el Pilcomayo y el Bermejo todavía se practican estos métodos de pesca.
Vivienda aborigen enla zona del Impenetrable |
La agricultura.
La agricultura era una actividad secundaria entre los chaquenses. Su conocimiento les vino por contacto con otros pueblos que lo practicaban como los Lule-vilelas por el Oeste y los Guaraníes de la cuenca de los ríos Paraná y Paraguay por el Este. Por eso los grupos más sensibles a esas influencias eran los Wichis y los Pilagás del ángulo Noroeste de la región chaqueña.
Las áreas de cultivo eran pequeñas, pues no pasaban de 15 metros de largo por 6 de ancho y estaban ubicadas en lugares recónditos o bien protegidos por cercos de ramas espinosas. Los hombres eran los encargados de la plantación y del cuidado de la huerta, y las mujeres de la cosecha. La siembra se efectuaba por medio de hoyos pracitcados en la tierra con palas de madera. No se utilizaba el riego, la extracción de maleza y la remoción de la tierra.
El producto era consumido por la familia que sembraba compartiéndolo con algunos amigos, y su volumen alcanzaba para suministrar alimento durante algunas pocas semanas al año. Las especies más cultivadas eran el maíz, el zapallo, las calabazas y el tabaco.
Pipas chaquenses construidas en madera y hueso |
La vivienda y el mobiliario.
Según las antiguas crónicas, la vivienda de los pueblos Guaycurúes conistía simplemente en dos esteras desarmables y portables que utilizaban como paravientos. Este tipo de vivienda que no desapareció del todo hasta épocas relativamente recientes, fue reemplazado por otro consistente en armazones de ramas cubiertos con paja, de planta ovoide de 2 a 3 metros de ancho por 15 metros de largo. Los Wichis, por su parte, construían chozas hemisféricas cupulares de planta circular de 2 a 3 metros de diámetro. Mientras que en los Guaycurúes cada unidad podía albergar de 20 a 30 individuos y todas se agrupaban en semicírculo o en línea recta, entre los Wichis cada vivienda albergaba a una sola familia y el conjunto no guardaba orden alguno. Entre el grupo de chozas quedaba siempre un espacio libre donde jugaban los niños, se realizaban los bailes tribales y en ocasiones las borracheras colectivas.
El armazón de las vivienda en ambos pueblos consistía tradicionalmente en ramas encorvadas que se cubrían con paja, dejando un espacio abierto para la entrada. Posteriormente se adoptó, tal vez por vía de préstamo cultural, el caballete como elemento principal, sobre el cual se asentaba el ramaje o la paja.
Familia Toba junto a su vivienda. Foto Museo Ichoalay. |
Joven mujer Maccá del Chaco Paraguayo con tatuajes faciales |
Vestimentas y adornos.
La vestimenta típica usada tanto entre los guaycurúes como entre los wichis desde épocas muy antiguas era el manto de pieles de origen patagónico. Consistía en varios cueros de nutria, venado o zorros cosidos entre sí con el pelo hacia dentro y la parte exterior decorada con figuras geométricas negras y rojas. Por influencias andinas fue usado el manto de lana especialmente por los hombres. Esta prenda se llevaba sujeta por una faja de lana tejida. Las mujeres por su parte usaban un trozo de piel sujeta por un cinturón del mismo material. Posteriormente esta prenda fue confeccionada con tejidos de lana, de fibras de caraguatá o algodón.. Entre los wichis también era común el uso de una camiseta tejida al "crochet"con fibras de caraguatá. Completaban la vestimenta de estos pueblos vinchas de color, aderezos de plumas en la cabeza y en los tobillos, además mocasines de uso frecuente entre los Pilagás, y la ojota de cuero de vaca o tapir de origen andino.
Eran muy aficionados al tatuaje facial y a las pinturas corporales. Entre sus adornos característicos se contaba el tarugo cilíndrico en el lóbulo de la oreja y el barbote en el labio inferior, también llamado "tembetá" (barbilla) por los guaraníes. El tatuaje facial y el uso de collares de conchillas era común a ambos sexos.
Madre aborigen, según Palavecino. |
La alfarería y el trejido constituían las principales artesanías de los chaquenses, aunque también practicaban y aún practican la cestería y la talla en madera. Todas estas artesanías son practicadas actualmente por todos los grupos de la región y son los elementos culturales que más se han difundido en la sociedad criolla. Una feria anual en la ciudad de Quitilipi reúne a artesanos de toda la región chaqueña.
La alfarería estaba muy difundida entre los Wichis, Pilagás y Mocovíes, aunque también la practicaron los Tobas. Las mujeres generalmente eran las encargadas de esta tarea. Empleaban el procedimiento del rodete en espiral, fabricaban piezas de forma subglobular de amplio cuerpo y cuello estrecho, con dos asas pequeñaspor donde pasaba el hilo que servía de sostén. También fabricaban piezas en forma de escudilla, ollas, cántaros de boca ancha y vasos globulares. Aunque la decoración no era frecuente, cuando la utilizaban consistía en impresiones dactilares o con la aplicación de series de pequeñas bolitas cuando la arcilla estaba aún húmeda.
La técnica más antigua de tejido era la empleada con las fibras del caraguatá o chaguar. Una vez extraída ésta de la hoja mediante golpes con un palo, se retorcía en cordones de distintos grosores según los tejidos a confeccionar. Estos se realizaban al "crochet" fabricándose bolsas, las "yicas", o camisas. El empleo de hilos teñidos con tinturas obtenidas de distintas plantas y de la corteza de algunos árboles, facilitaban la obtención de dibujos decorativos de carácter geométrico. Los Wichis eran y aún son muy hábiles en esta técnica textil. El telar utilizado era de factura muy simple y su procedencia parece ser andina. Con este elemento confeccionaban ponchos y fajas de fina hechura con dibujos de gran tamaño muy variados, utilizando preferentemente la lana.
Mujer aborigen modelando cerámica. |
La familia era de base monogámica aunque el cacique acostumbraba a tener varias mujeres de distinta edad. La mujer tomaba generalmente la iniciativa en las relaciones amorosas con el hombre, y. pese a que no le estaba vedada la vida sexual antes del matrimonio, una vez casada permanecía por lo general fiel al marido. Entre los Abipones se practicaba el casamiento por compra y entre los Tobas era común que el pretendiente se presentara en la casa de la pretendida mostrando los productos de su caza, para demostrar que podía mantener a una mujer.
La educación del niño estaba destinada a prepararlo para la vida adulta. Con ese fin el varón aprendía el manejo de las armas y la práctica de la caza y de la pesca, acompañando a partir de cierta edad al padre en estas actividades; así se fortalecía para soportar los rigoes del medio y las privaciones. La niña acompañaba a su madre a todas partes y aprendía a realizar las tareas domésticas de la tribu.
Cacique Mocobí con vestimenta típica según el P. Florián Paucke (S.XVIII) |
No existía la propiedad privada como la conocemos en la sociedad occidental. La propiedad de la tierra era comunitaria, las tribus se distribuían los respectivos terriorios de caza y se compartían comunitariamente las piezas obtenidas durante esa actividad.
Dibujos chaquenses sobre calabazas, según Dick Ibarra Grasso |
La religión de todos estos pueblos era de carácter animista, es decir creían que un "'ánima" habitaba en todos los seres y cosas. Los Tobas creían en un ser superior al que llamaban "Ayaic", "Paiyac" o "Payack".a quien recomendaban la protección de las almas. Más que un Ser Supremo, como se concibe a Dios en otras religiones, se trataba de un espíritu protector. Antonio Serrano crée que se lo puede identificar con el "Ahar-agichi" de los Abipones del Siglo XVIII, del cual nos dice Dobrizhoffer que era llamado cariñosamente "abuelito" y estaba representado en el cielo por las Pléyades o constelación de los Siete Cabritos.
Collar de conchillas usado por los chaquenses |
Los intermediarios entre los seres superiores y los hombres eran los shamanes o hechiceros que tenían gran autoridad dentro de la tribu. Ejercían la medicina mediante prácticas mágicas y extraían el maleficio que se había apoderado del cuerpo cuando había una enfermedad, mediante exorcismos. Aunque no adoraban a los astros creían en la acción benéfica de la luna en ciertas actividades, por lo cual realizaban bailes ceremoniales para invocarlos. Creían en la existencia del más allá o de la vida después de la muerte como se dio en todas las culturas aborígenes de América. Por ello sepultaban a sus muertos en posición fetal y acompañado de un ajuar funerario. Los Wichis sepultaban a sus caciques o personas principales de la tribu en plataformas ubicadas en los árboles. Posteriormente retiraban los huesos y los enterraban en una fosa.Todas estas creencias fueron profundamente modificadas por la introducción moderna de cultos protestantes pertenecientes a iglesias evangélicas y luteranas.
Mujer wichi con botijo según Palavecino |
Adorno tejido con lana de los chaquenses Según Antonio Serrano |
FUENTES CONSULTADAS.
BALDRICH, Amadeo. El Chaco Central Norte. Buenos Aires, Peuser, 1890
CANALS FRAU, Salvador. Las poblaciones indígenas de la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 1973.
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MIRANDA BORELLI, José. Etnohistoria del Chaco. Resistencia, Región, 1976.
Artesana aborigen tejiendo con fibras de chaguar |
MIRANDA, José. y ALTAMIRANO, Marcos. Los aborígenes del Chaco. En: Aportes para la Historia del Chaco. Resistencia, Biblioteca El territorio, 1968.
PALAVECINO, Enrique. Las culturas aborígenes del Chaco. En: HistoriPAa de la Nación Argentina, Vol. I, 2a. Ed. Buenos Aires, El Ateneo, 1943
SERRANO, Antonio. Los aborígenes argentinos. Síntesis etnográfica. Buenos Aires, Nova, 1947
TOMASSINI, Gabriel. La civilización cristiana del Chaco. 1a. Parte. Buenos Aires, Librería Santa Catalina, 1947
LAS RUINAS DEL KM. 75 Y CONCEPCIÓN DEL BERMEJO
Este sitio contiene datos históricos sobre el Chaco y sobre sus pueblos, desde las culturas originarias hasta la etapa de la provincialización.
lunes 18 de abril de 2011
LAS RUINAS DEL KM. 75 Y CONCEPCIÓN DEL BERMEJO
Hallazgo de las ruinas.
Ubicación de las Ruinas del Km. 75 |
Estas ruinas se encuentran sobre la ruta nacional Nº95, a 74,5 Kms. De Pcia. Roque Sánez Peña y a unos 60 kms. del Río Bermejo. Descubiertas el 17 de setiembre de 1943 por Alfredo Martinet -vecino de Pcia. Roque Sáenz Peña y conocedor de la zona-, fueron visitadas y estudiadas por Mons. José Alumni, Evaristo Ramírez Juárez, Ana Biró de Stern, Nicanor Alurralde y Marcelo Montes Pacheco, entre 1943 y 1956. Según el plano levantado por el Ing. Héctor Martinet, hijo del descubridor del yacimiento. Se trata de los restos de una verdadera población con muro perimetral defensivo de 600 mts. de lado, observándose el trazado de calles, manzanas, plantas de viviendas y un espacio libre central que sería la plaza. El sistema constructivo predominante es el de muro de tierra apisonada y techo de palma.
La mayoría de los investigadores, inclusive Mons. Alumni, descartaron al principio que se tratase de los vestigios de la destruida Concepción del Bermejo, por hallarse a tanta distancia del río y no en sus riberas como afirmaba su fundador haberla establecido. Sólo Montes Pacheco sostuvo en ese momento la posición afirmativa, basándose en la ubicación de las ruinas de Pampa Tolosa (al S.O. de J.J.Castelli) identificadas como pertenecientes a la encomienda de Guácara.
Mons. José Alumni, historiador chaqueño y el
primero en estudiar las ruinas
Discusión sobre la identidad del yacimiento.
Alumni investigó el yacimiento del Km. 75 entre 1947 y 1958, fecha en la que publicó sus conclusiones en el diario “El Territorio” de Resistencia y “La Prensa ” de la Capital Federal , sosteniendo entonces que se trataba de las ruinas de Concepción del Bermejo. En cambio el Tte. Cnel. Evaristo Ramírez Juárez, en un estudio realizado en 1943 situó a la desaparecida Concepción a los 26º, 41’ de Latitud Sur, y a los 59º, 56’ de Longitud Oeste, en un sitio próximo al Río Bermejo, al Sur de Presidencia Roca.
También Nicanor Alurralde (1945) ubicó a esta ciudad junto al Río Bermejo y pocos kilómetros al Oeste de Presidencia Roca. Sobre la base de los estudios de Ramírez Juárez y del dictamen de la Comisión de Monumentos y Lugares Históricos, el Gobierno Nacional dictó el Decreto del 17 de Diciembre de 1943, declarando lugar histórico a Concepción del Bermejo, entre otros sitios existentes en el Chaco, aunque sin pronunciarse sobre el valor de las ruinas del Km. 75 que habían sido descubiertas meses antes y que aún no habían sido investigadas.
Interviene la Universidad del Nordeste.
En 1965 la Facultad de Humanidades de la Universidad del Nordeste se hizo cargo de la investigación de las Ruinas del Km. 75 con el apoyo del Gobierno Provincial, quien por Decreto 2360 hizo reserva del sitio para facilitar las tareas arqueológicas y de conservación del sitio. Las mismas fueron encaradas por un equipo de investigadores dirigido por el Prof. Eldo S. Morresi, secundado por el Prof. José Miranda Borelli en el aspecto arqueológico y por el Dr. Ernesto J. Maeder en la interpretación histórica. Los resultados de esta investigación fueron dados a conocer por el Prof. Morresi a través de dos publicaciones: “Las Ruinas del Km. 75 y Concepción del Bermejo” (1971) y “Heredad Hispánica en el Chaco” (1979), editadas por la Facultad de Humanidades de la U.N .N.E.
Las conclusiones de esa investigación corroboran lo afirmado por Mons. Alumni sobre la identidad de las Ruinas del Km. 75 y Concepción del Bermejo. Las mismas se apoyan en la interpretación de la documentación histórica (Acta fundacional, carta del propio fundador al Obispo de Tucumán Francisco Victoria, informe del Gobernador del Río de la Plata Diego de Góngora de 1622, entre otras), las que demuestran –según esta interpretación- la realización de una ceremonia simbólica de fundación junto al río, pero un asentamiento real en el Km. 75 alejado del Bermejo y cerca de la Encomienda de Matará. Las 30 leguas que se mencionan en todos los documentos, como la distancia entre la ciudad y la desembocadura del Bermejo en el Río Paraguay, traducidas a las medidas usadas en esa época, confirman esa ubicación. También el mismo trazado urbanístico de la ciudad y la presencia de los templos, la población estimada que albergaba dentro de su perímetro, el hallazgo de vestigios de clara procedencia hispánica junto con restos culturales indígenas y su similitud con otras ciudades hispánicas de la época. Finalmente el fechado dendocronológico y radiocarbónico aplicado a los restos hallados, son una prueba de estar en presencia de una ciudad hispánica de los Siglos XVI y XVII.
Sobre la base de estos estudios y a propuesta de la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos, el Gobierno Nacional dictó el Decreto Nº 631 del 16 de Marzo de 1979 declarando “Lugar histórico” a las Ruinas del Km. 75 por haber sido asiento de la ciudad de Concepción del Bermejo.
Problemas no resueltos.
Vasija procedente del yacimiento |
Pero subsisten interrogantes y problemas de interpretación arqueológica e histórica que aún no han sido resueltos. El Prof. José Miranda Borelli –quien participó activamente en los trabajos de excavación- publicó en la Revista de la Junta de Historia del Chaco en 1978 (Nº 1, pp. 46-54) un artículo titulado: “Valor Patrimonial de las ruinas del Chaco”, en el que sostiene que ante la falta de claridad de algunas interpretaciones hechas para afirmar que se trata de las ruinas de la destruida Concepción y la aparente contradicción existente entre algunos documentos, era necesario investigar y/o localizar las otras poblaciones vinculadas con esa ciudad: Matará, Guácara, Matalá y los dos asientos de la Reducción de San Francisco fundada por Hernandarias en 1616 en territorio chaqueño frente a Corrientes (cerca de la actual Las Palmas). Sostuvo este investigador que se hace necesario comprobar la existencia de ruinas allí donde se anunciaron a fin de verificar si se trata de las buscadas. Cita el caso del hallazgo de ruinas efectuado por el Cartógrafo José González Leiva en 1933, junto a una laguna llamada “de las Conchas” y que supuso serían de Concepción del Bermejo.
Hipótesis del traslado de la ciudad.
Por mi parte, en una conferencia realizada hace ya muchos años, sostuve la hipótesis de la efectiva fundación de la ciudad junto al río Bermejo y de su traslado posterior a un sitio más a cubierto de los ataques indígenas en el interior del Chaco. Ello explicaría la contradicción de los testimonios históricos y cartográficos y convertiría a las Ruinas del Km. 75 en el segundo asiento de Concepción del Bermejo y no el único, como se sostiene hasta hoy.
Para hacer esta afirmación me basé en un análisis más minucioso de los testimonios históricos ya citados y en otros que, o bien fueron interpretados imperfectamente o bien no fueron tenidos en cuenta. Entre estos se cuenta la referencia del cronista Ruy Díaz de Guzmán –coetáneo de la fundación de Concepción-, quien afirma expresamente que la ciudad se encontraba junto al Bermejo e incluso la denomina “Puerto de la Concepción ”, confirmándolo con el mapa que confecciona en 1612 el que no deja lugar a dudas, pues las distancias que la separaban Corrientes y de Asunción son bastantes precisas si las comparamos con las actuales en relación con la ubicación que propusieron Ramírez Juárez y Nicanor Alurralde.
Además utilice referencias del Jesuita P. Martín Dobrizhoffer (S. XVIII), quien no sólo sostiene que la ciudad de Concepción estaba fundada junto al Bermejo sino que afirma haber visto que un espeso monte de algarrobo cubría sus escombros. (Historia de los Abipones, T. I, pp. 217, 266 y 471). También el P. José Jolís S.J. (S.XVIII) refiere que Concepción fue fundada “junto al Bermejo” a 90 leguas de Santiago del Estero, distancia que traducida a las medidas de la época alcanza a las riberas de dicho río, y que en 1639 los Padres Juan Pastor y Gaspar Cerqueira (nativo de Concepción) llegaron hasta el pueblo de Matará a unas 80 leguas de Santiago (diez menos que las que asigna a Concepción que para entonces ya había sido abandonada) para que sus habitantes los guiaran al “país de los abipones”, quienes junto con los mocobíes y frentones habían provocado el éxodo de los pobladores de la ciudad hacia Corrientes.(Ensayo sobre la Historia Natural del Gran Chaco, Libro VI, Arts. VII y VIII).
Vista actual del yacimiento |
La convicción de que Concepción fue fundada en el lugar que Alonso de Vera señaló en el Acta de fundación, surge claramente de los que expresa el Escribano Montiel en la única copia de dicho documento que se conserva, cuando al referirse a la iglesia dice: “…la cual yo, el dicho Escribano doy fe la vi armada y decir misa.” La suposición del posterior traslado surge de la autorización contenida en dicha acta, la belicosidad de los indígenas comarcanos, imposibles de reducir a encomienda, y la necesidad de contar con la mano de obra de los mataráes, pacíficos y cultivadores de maíz, para asegurar la subsistencia del poblado. Planteado así el problema queda abierta la posibilidad del hallazgo de nuevas ruinas y la constatación de si pertenecen a la “primera fundación” o “primer asiento” de la ciudad de Concepción del Bermejo mediante la investigación arqueológica.
Sistema constructivo utilizado en la época hispánica |
Fuentes consultadas: Eldo S. Morresi. Las Ruinas del Km. 75 y Concepción del Bermejo (1971) y Heredad Hispánica en el Chaco (1979); José Miranda Borelli. Valor patriomonial de las ruinas del Chaco. (1978); Martín Dobrizhoffer S.J. Historia de los abipones. T. I, (1967); José Jolís S.J. Ensayo sobre la Historia Natural del Gran Chaco. (1972); Ruy Díaz de Guzmán. La Argentina (1974)
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